miércoles, 22 de agosto de 2012
Querida Amiga
martes, 11 de mayo de 2010
Llueve en Alaska
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Lo miré con la admiración que sólo puedo destinarle a él y escuche sus palabras. Me sentí culpable de su ausencia de felicidad, de su sensación de soledad y al final celosa de la compañía que el universo le brinda, pero realmente no puedo más que agregar a la lista una razón más para querer ser él.
jueves, 29 de abril de 2010
No sé
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lunes, 26 de abril de 2010
La Taza
Las flores se deslizaban en el aire, resbalando desde el cielo hasta cubrir toda la tierra en un purpura suave que pintaba mi mirada. La luz de aquella torre jugaba a ser dorada entre la noche oscura y la plata de la media luna que jugaba a ser cascada. La calle solitaria me contaba historias tristes. Los murmullos de la gente se convertían en música cadente que me provocaba cantar. Y pensaba en ti.
En la silla vacía frente a mí, no estabas tú, en ese suelo no estaba tu sombra, la luz dorada con caía sobre tu cabello, aquella música hecha de voces sin tono, ni ritmo, no llegaban a tus oídos y mi mirada purpura no se veía en tus ojos.
Un flautista entro por el pequeño umbral cubierto de yerba espesa, casi tan espesa y larga como la barba de ese hombre, sus matices grises descoloridos y blancos soñando ser azules tenían una magia como de cuento de hadas, que me recordaban mi infancia. Su flauta color a obsesión me hablaba de ti, cada que los arrugados dedos de aquel hombre de la sonrisa escondida entre la selvática barba y los pequeños ojos de cuna de paz, la acariciaban pidiéndole con un aura de amor que me contara una historia. Y cada historia era de ti.
Me quedé perdida en aquel contar de historias de aquel hombre y su dulce amada. Hasta que ambos acordaron parar, como si no hubiera más que decir y se acercaron a mí. Él colocó su mano sobre la mesa, junto a mi taza de café, la vio y me dijo:
“¿Qué haces frente a una taza vacía?”
Y después se fue.
Mi taza no estaba vacía, estaba al borde, no le había dado ni un sólo sorbo. No entendí en ese momento, hasta que hoy regresé.
Las flores aun dormían en el árbol y la luz dorada no quería jugar con la luna. El cielo era calma, la calle estaba ocupada como para contarme algo. Frente a mi estabas tú y mi taza de café y el frasquito transparente que pretendía ser florero con tres flores blancas, que guardaban silencio.
Me bebí casi de golpe mi vicio de las mañanas y entendí lo qué era realmente lo que estaba vacío cuando los vi a los dos. Estabas frente a mí, pero ya no era en ti en quien pensaba. Platicamos como antes en aquel mágico lugar, te conocí de nuevo, te volví a escuchar. Nos fuimos al tiempo, ya no podías esperar.
Dejé la taza en la mesa junto al florero y la llene con lo que alguna vez sentí por ti, en algún tiempo, pero ya no más.
domingo, 18 de abril de 2010
En aquel lugar.
Caminaba en la habitación oscura, respirando ese aroma a humedad, con el eco perdido de mis pasos, en ese silencio envolvente que me comenzaba a perturbar. Las ventanas cubiertas de polvo esperaban el verme pasar, no filtraban la luz de la luna, eran ojos cerrados que no querían mirar.
El abandono de todo en aquel lugar, muebles cubiertos por telas, cajones cerrados con llave, candiles que no tienen velas, sueños guardados, dejados, que nadie volverá a reclamar, no hacía más que recordarme porque estaba yo en aquel lugar.
Contaba todo su historia, hablaban de lo que había sido alguna vez, diversas palabras y voces, con cuentos distintos de un distinto ayer, que terminaban siendo el mismo hoy perdido que nadie quiso ser.
El espejo de la esquina llamaba mi atención, pero el miedo de mirarme me alejaba más de él, termine por acercarme, no sé si por curiosidad o simplemente por fe. Mi vista recorría el mármol roto de la pared, lo más bajo que podía, intentaba prolongar lo más posible el ver la imagen en aquel marco oxidado. Cerré los ojos y el aire turbio entro en mi, los abrí de golpe y de la nada te vi.
Te vi a ti, en ese espejo roto, era tu cara, tu rostro, tus rasgos desfigurados por las fracturas en el cristal, pero eras tú. Me sonreías y tu mirada era de paz, de alegría, esa mirada que tanto he de recordar.
Momentos llegaron a mi cabeza, provenientes de mi alma y volaron libres mariposas moradas, por el cuarto oscuro que quería llorar.
Tu mano se acerco a la mía atreves de ese espejo, nos tocamos, sin tocar. Mis ojos se extraviaron en esa esencia que regalabas al mirar. Y entonces comprendí lo que pasaba, no eras realmente tú al que yo quería observar, sino a ese reflejo roto, ese tú de antes, al que abandonaste conmigo en ese lugar.
El lugar de los recuerdos que se están por olvidar.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Ataduras.
Que ataduras más grandes tiene mi pecho, hechas de frustraciones y dolores que no pasaron al olvido, son tan fuertes y rigidas que por más que intento no logro arrancarlas. Están como saliendo de mi alma, como si tuvieran ahí sus raíces, fuertes y profundas.
Miro a los lados desesperadamente buscando, con los ojos inundados de un húmedo terror, al agresor de mi libertad, pero no encuentro nada, no hay nadie, ni un eco, ni una sombra, ni una señal de que alguien más estuviera a mi lado o en las cercanías.
Un grito se ahoga en mi pecho y siento el aire tibio atorarse en mi garganta, siento cimbrar mis adentros de miedo, impotencia y furia.
Agacho lentamente la mirada hacia mis manos, rogándoles un poco de fuerza para liberarme, pero ellas no irán a ayudarme, por que han sido ellas las que forjaron las amarras hace ya tantos años sin que yo me diese cuenta, esperando el momento preciso para hacerlas al final eternas.
El sol se escondió hace no mucho y dejó de quemarme en los ojos, pero ya ni ver la luna me contenta.
En mi mundo en ese momento, sólo yo en el vacío, con la noche que me sabe a tampoco que hasta podría ser de día. Con el espíritu casi ahorcado en mis propias ataduras. No puedo más que soltar una risa, que pareciera más un llanto desesperado. Mira que buscar tanto tiempo mis alas para volar a ese cielo estrellado y tenerlas para descubrir que no soy libre porque yo misma me he atado.
miércoles, 3 de junio de 2009
Dejame
Deja que te calme con silencio, que te regale mis mudas palabras de paz.
Del cielo cayó una lluvia de fuego ardiente que destruye todo lo que logra tocar. El agua, los bosques, la brisa, las sonrisas y las voces de los que querían gritar.
Calló sobre mi y no pude ni sentirla, cerré los ojos al verla venir, pero al abrirlos no había pasado nada. Mi piel, toda yo estaba intacta. Miré en busca de ti y te encontré parado caminando encima de los destrozos de esa lluvia infernal. Parte de los sueños de los dos eran ya sólo cenizas, pero esa no era razón para llorar.
Dejame que te tome en mis brazos, que te cante una canción que nadie más pueda escuchar, dejame creer que en esa melodía puedes encontrar un poco de paz.
sábado, 9 de mayo de 2009
Te extraño
--> -->Pareces sol de medio día. Extraño verte sentada en la mesa, con tus ojos vibrantes y un cafe americano grande servido frente a ti. Como por más que te hablara, parecía que mi voz no te alcanzaba y que tu mente estaba lejos en algún lugar de tu pasado. Te contaba de mi semana, de lo que me parecía relevante y tú respondías con una frase que me llenaba de vida aun que no tuviera nada que ver y me sonreías diciendo cualquier cosa, o cantando una canción con el ritmo completamente distorsionado.
Sabes a durazno. Recuerdo las noches de verano caminando por la calle, con el calor intenso peculiar de esa estación. Rogabas por una lluvia, renegando de el aire tibio, hablando de más como cuando estas enojada. Moviendo las manos, cruzando y descruzando los brazos, haciendo mil gestos. Yo te decía “Es sólo el clima”, tú no escuchabas y seguías peleándote con el aire como si pudieras conseguir que cambiara.
Hueles a menta fresca. Creo que no puedo contar todas las veces que te vi bailar, como si el mundo fuera tu escenario, pero si alguien más volteaba a verte lo alejabas con la mano. Tu cabello jugaba con el viento y tú iluminabas al sol, las estrellas volteaban a mirarte. Yo sólo te miraba a lo lejos, dejándome perder en aquella alegría tuya.
Estas hecha de suspiros. Llevas en tu alma esa ternura que sólo reconocen pocos atraves de tus miradas. Eres todo menos común, jamás de tus labios escuché las palabras que el mundo decía que era lo que debías decir.
Eres felina. Ansió estar de nuevo a tu lado, para escapar en tu carro a cualquier lugar y a ningún lado en la noche, mientras me dices como amas las calles cuando cae el sol y todos se ocultan.
Eres de plata. Pura, sincera, preciosa, brillante. Cada que te miro lo pienso, cada que te recuerdo lo vivo, cada que te extraño lo anhelo. Eres una estrella hecha de plata que vive en mi pecho.