Si cada lágrima desprendiera de mi alma una pena, lloraría tanto que las
nubes del cielo sentirían envidia de la tormenta que arreciaría en mi
rostro.
Las sonrisas me fueron arrebatadas y en su lugar queda una
mueca extraña que no es más que una imitación vacía, para engañar a los
ilusos y en ocasiones a mi misma.
No tengo fuerzas, ni en mi cuerpo, ni en mi espíritu, tambaleo en las ideas, en cada paso, en cada respiro.
¿Recuerdas como solían ser mis ojos? ¿Recuerdas la pasión que emitían?
En este momento no siento esa llama, ¿se habrá perdido, podré
encontrarla, este cuerpo cansado y esta alma dolida podrán engendrar de
nuevo tal fuerza?
Si cada lágrima sirviera para calmar el dolor,
para darte una alegría, para volver el jubilo a mi rostro, para traer la
fortaleza a mi vida, para levantar a la mirada y encender el mundo,
lloraría hasta el diluvio. Pero mis lágrimas no serán más que un
desahogo que se perderá con el tiempo.
No honrara tu memoria, ni
cambiará mi destino, por eso mis lágrimas son tinta y convierto mi dolor
en palabras, recordando aquel día, en aquel verano que llegue a tu
puerta con la carita llovida.
Siempre serás un recuerdo vivo de los
mejores que he tenido en mi travesía, cada palabra y momento estarán en
mi por siempre, tan vibrantes e imponentes como tu querida amiga.